Bienvenidos al
Imperio de la Noche
El cielo de eterna noche se extiende como un manto sobre los trece territorios que conforman Átraro, el Imperio de la Noche. Para aquellos que moran en las tierras de la luz, este mundo se conoce también como Noctia. Bosques de diferentes características dan cobijo a todo tipo de terroríficas criaturas. Brujos, nigromantes, vampiros, demonios y licántropos habitan en las denominadas terras.
Los mares oscuros lindan con las costas vampiras de Imblion y las brujas de Catarno y Ántico. Un camino negro surca el Imperio de la Noche como una serpiente sigilosa que alcanza todos los territorios sin llegar a adentrarse en ninguno de ellos. Es la Vía Negra que, cada cien noches, se llena de agua para permitirle a Caronte salir de paseo y dar cumplimiento a un pacto ancestral con la dinastía marcada.
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Cinco razas. Trece territorios. Trece tronos. Dos son las terras nigromantes, conocidas como Arleah y Vieros. Los nigromantes son seres que moran entre la vida y la muerte; su raza de origen puede ser cualquiera, pero si no se atrevieron a transitar el Umbral para llegar al mundo de los dioses, sus almas y también sus cuerpos vagan bajo el cielo de la noche eterna de Átraro. Una y otra, sin embargo, lo hacen de formas diferentes a pesar de todos los elementos comunes que las unen.
Dos son también los territorios licántropos: Élathur y Sorutz. Hombres y mujeres lobo, enemigos entre ellos mismos y con un historial de guerras tan antiguo como el propio mundo. La existencia de unos y otros no tiene nada que ver. Mientras que los elathurienses viven como un único todo y destinan buena parte de sus legiones a servir a los brujos de Ántico, los sorutzianos se dividen en cuatro clanes; en guerra entre ellos mismos y con la propia Élathur; en guerra también y como el resto de Noctia, contra el Imperio brujo de Ántico.
Tres son las terras vampiras que existen en Átraro. Estyria, Imblion y Kaulas. La primera de ellas, la más pequeña e insignificante para muchos. Ajena a la guerra -o al menos, eso desea su príncipe y gobernante-, su terra se ha convertido en un reducto para aquellos que buscan protección. Kaulas es la cuna y origen de la raza vampira, ciudad subterránea gobernada por la temible Zessa Velzur. Imblion, por su parte, es propiedad de Vladdos Bellium, que ha forjado un reino a la altura cerca de la costa.
Trásaro es la única terra de demonios. Llanuras cenicientas, volcanes humeantes y la puerta de acceso al Submundo.
Por último, las cinco terras brujas. Catarno y Domarna, hermanadas desde tiempos ancestrales, aunque no ajenas a disputas que, a lo largo de los años, han roto y reparado esa curiosa alianza. Intora, terra sencilla, protegida con un imponente escudo de magia; una terra venida a menos con el devenir del tiempo. Telasia, la cuna de la magia prohibida, fuertemente atacada y minada por el Imperio, conocedor de su gran poder. Y Ántico, capital del Imperio, gobernada desde hace más de 600 años por la dinastía Vakko, sedientos de ambición, hambrientos de poder. A lo largo del tiempo variaron las formas de emperatrices y emperadores, pero nunca sus objetivos.
Y en medio de esa disputa que se eterniza, el botín es siempre algo que saborea con los símbolos de poder: los dos Tronos Negros nigromantes, los dos Tronos de la Luna licántropos; los tres Tronos de Sangre vampiros, el Trono de Cenizas único y los Cinco Tronos de la Tormenta brujos.
Entraremos en detalle en cada una de las trece terras, conoceremos sus particularidades, sus formas de gobierno, sus creencias y dioses, sus fuerzas militares. Pero en lo que a Noctia respecta (ellos prefieren llamarla Átraro), los aspectos comunes finalizan aquí. No hay nada que los una, salvo una única cosa: el odio hacia la dinastía Vakko y el Imperio que los brujos llevan años forjando.
Si quieres conocer las trece terras, vuelve al mapa y viaja.