La luna se encierra en jirones de nube que la apartan de su dominio etéreo en la terra de Telasia, cuna de la magia más pura, allí donde más se ha profundizado en su aprendizaje y el único territorio noctis en el que se desarrolla el poder más temido: la alquimia.
Entre sus árboles de copas oscuras, entre sus troncos retorcidos, se abren peligrosas ciénagas y lagos de aguas misteriosas. Una terra que ha sufrido, de manera especial, las iras del imperio ántico, conocedora del peligro que entraña el más profundo dominio de la brujería
Sus casas, salpicando los terrenos llanos, se alejan unas de otras en una soledad marcada y decadente. El viento ulula entre el laberinto de troncos, narrando las desgracias que han marcado, no solo su orografía, sino también a su gente.
Antes de que Ántico se constituyera en Imperio, Telasia era, probablemente, la más poderosa de las terras brujas, primer Trono de las Tormentas
Las legiones Cyma adquirieron un fuerte poder, junto al afán belicista de Ántico y, hasta su destrucción, a manos de Tanray Vakko, fue uno de los ejércitos más poderosos de Átraro.
Durante el gobierno de la emperatriz Listhy Vakko, las Cymas amenazaron con realzarse, espoleadas por el ánimo de los rebeldes, pero el espejismo duró lo que las legiones Áureas tardaron en aplastar el sueño.
Particularidades
Los demonios son una raza única en Átraro y, por ende, su trono es el único de Cenizas. Los demonios nacen siendo dueños de la inmortalidad, pero transcurrido un determinado tiempo, se someten a un ritual para abandonarla. Para ello es necesario abrir las puertas del Submundo, en el volcán de Doras y recibir a Daeva, pretor del Primer Círculo del infierno, el Limbo.
Hay varios tipos de demonio y su apariencia física es muy variada: astas, piel rojiza, ojos de distintas tonalidades, tales como amarillentos o rojizos, alas. De igual manera, un demonio puede no distinguirse de un humano o un brujo común.
Su territorio es uno de los que más le ha complicado las cosas al Imperio ántico, resistiéndose ante las continuas acometidas de este para verlo subordinado y bajo su dominio.
Algunos de los personajes más destacados de esta terra son Ószaros o Lucille.
Forma de Gobierno
El rey de los demonios será quien escoja a su sucesor, que no ha de ser su hijo necesariamente y, de hecho, rara vez lo es. En Trásaro existe la creencia de que el trono no ha de ser algo de lo que se apropie un linaje, sino algo extensible al pueblo, a todos y cada uno de ellos. No obstante, lo habitual suele ser que el soberano escoja a un soldado de sus legiones, pues la destreza en combate es el más preciado de los dones en un rey.
Si existiera alguna disconformidad en el candidato elegido, aquel que la exprese habrá de desafiarle en un duelo a muerte. Será el Tribunal Negro quien determine la valía de los argumentos expuestos y si permite que el citado duelo se lleve a cabo.
El rey guarda su trono en la Fortaleza de Condena.
Fuerza Militar: Las Furias de Trásaro
Las legiones demoníacas son unas de las más temidas en Átraro. Con monturas de variopintas bestias y otras capaces de surcar el cielo, han sido la única terra que ha prolongado su libertad durante los 600 años de gobierno y asedio por parte de la Vakko.
Símbolo: Aztabuth
Nombre de un legendario demonio, protagonistas de las más oscuras y aterradoras leyendas con las que se puebla la mente de cualquier niño demonio. Numerosos templos se alzan en su honor y numerosos son los monumentos que se erigen en la cenicienta Trásaro para honrarle. Suyo es, pues, el rostro que adorna el escudo de los demonios.
Los condenatarios y las ánimas
Considerado Aztabuth como el dios mayor de los demonios, las leyendas cuentan que eran los Condenatarios los que mantenían su furia amarrada con las cadenas del pecado. Así, estos se conocen como los dioses condenatarios o los dioses de la condena.
Y a ellos aluden los demonios de Trásaro al referirse a sus dioses. Rara vez se menciona a Aztabuth, pues su considera causa de mal presagio o de oscura desgracia.
Por último, son las ánimas las que se mueven alrededor de los condenatarios, reparando los eslabones que la furia de Aztabuth destruye y, al mismo tiempo, ejerciendo de mediadoras entre el mundo mortal y el divino.
A diferencia del resto de razas, los demonios consideran que, al morir, se accede al Submundo y no al Inframundo, dos lugares diferentes.