Resulta difícil establecer dónde se ubica la difusa frontera entre Arleah y Vieros. Nada físico delata ese punto y, sin embargo, es capaz de sentirse. El viento cambiante de Arleah envuelve Vieros, como si no se atreviese a penetrar en la terra nigromante del sur. La tierra húmeda de Arleah es yerma y seca en su vecina Vieros, donde el calor se torna más áspero. Sobre su cielo oscuro siempre se arremolinan nubes que amenazan tormenta, llegando rara vez a desencadenarlas. Sin embargo, cuando estas se producen, conocidas como Látigos del Cielo, por la firme creencia de que los rayos son latigazos enviados por las divinidades, resultan sumamente peligrosas.
Milenarios árboles de gruesos troncos oscurecidos pueban sus bosques y las suaves colinas del este, que se tornar abruptas y escarpadas en el sur, allá donde la cordillera de Tántanos alza una peligrosa frontera entre Vieros y la cárcel de Átraro: Liverna.
El silencio es profundo en Vieros, como no sucede en Arleah. No hay estrellas en su cielo y, al igual que en su vecina, cada paso es una trampa.
Bosque Zircón es la ciudad prohibida, allí donde no se permite la entrada a nadie, protegida por oscuros conjuros de un poder antiguo que llegó hasta allí desde la mismísima Ántico. Árboles negros de rojas flores que chorrean sangre, creando senderos que los pasos errantes de los vierenses desdibujan.
Particularidades
Señalábamos con los nigromantes de Arleah, que son muchos los aspectos comunes entre ellos y los originarios de Vieros, pero también hay mucho de aquello que los hace diferentes. Mientras los arleahnos se entregan a la vida despojada de todo lujo y de aquellos aspectos más superficiales, los nigromantes de Vieros no renuncian a la ostentación. La sombra de la muerte que los persigue sin llegar a alcanzarlos se hace difícilmente disimulable en sus rostros pálidos y acerados, pero precisamente en el afán de ocultar eso y disfrazarlo, cubren sus cuerpos de joyas y valiosos ropajes, moran en casas de decadente lujo y utilizan el don de la magia de una forma tan cuestionable como la alquimia, si bien lo hacen de un modo más discreto.
Más allá de la terra capital de Vieros, se eleva la montaña de Tántanos, cerca de la cárcel de Liverna. Entre su espesura se esconden numerosas tribus de nigromantes vierenses que buscan en la magia, un mayor seguro con el que atarse a la vida. Un poder desterrado, terrorífico y descomunal: la magia atávica, que forma parte de los Los Pactos Enterrados, la primera y única vez que las trece terras de Noctia se pusieron de acuerdo para olvidar.
Cierto es que hacen un uso de ello cuidadoso y muy medido, pero nada puede asegurar que a un poder como ese se le puedan poner riendas.
El desprecio de los nigromantes de Vieros hacia los de Arleah es grande, pues siempre les recriminaron su cobardía, el miedo a enfrentar al Imperio y la forma en la que acabaron aceptando su subordinación y hasta las migajas caritativas que Ántico les ofrecía.
Forma de Gobierno
Alejados de la decadencia de Arleah, Vieros aspira a mucho más. Tentados por las posibilidades del poder atávico, muchos anhelan los lujos de lo superficial. Así pues, hay reyes y reinas ocupando el trono negro, ubicado en el Mausoleo, el castillo real.
Asentados en una jerarquía de poder, aquel que quiera tomar el trono, habrá de medirse al rey o reina.
Fuerza Militar: Las Noctas
Arleah y Vieros compartieron fuerza militar durante mucho tiempo, pero la invasión de los territorios nigromantes del norte centró todo el poder ofensivo en Vieros.
Durante la Rebelión Oscura el potencial de las Noctas fue grande e importante, aunque ni siquiera eso evitó la caída de la terra nigromante del sur. Desde entonces, las legiones oscuras no son más que un recuerdo en la memoria más nostálgica de los muertos.
Símbolo: la Clave o Llave
Arleahnos y vierenses deben su existencia a un mismo fin. Por eso, la A de Arleah y la V de Vieros encajaban de manera perfecta como una llave en su peculiar cerradura.
Pese a las diferencias asentadas en tiempos remoto, el símbolo se mantiene.
Mitología y dioses
Sustentados en el poder que les confiere la magia atávica y su creciente uso, los nigromantes de Vieros han dejado de creer en los dioses. Las divinidades olvidaron dones tras la creación y ellos son ahora sus propietarios.
El uso que hace Vieros de la atávica es muy limitado en comparación con el que se hace en Tántanos. Muchos no se atreven a ir más allá; otros creen que tampoco es necesario.
Su existencia es, considerablemente, mejor que la de los arleahnos y con eso resulta suficiente. Pero toda mejora en ella se la deben a sí mismos, a su osadía y habilidades.
Nada deben a quienes los abandonaron en el umbral de la vida sin acogerlos ni darles consuelo en el de la muerte. Puede decirse, entonces, que el dios de los vierenses es la magia.