A los siete años, un niño ántico accede a la Praes, la legión de formación, donde se le instruirá en el arte de la guerra y la Alta Brujería en combate. A los dieciséis, accederá a la Argentum, la legión de plata licántropa. Allí servirá durante un año en el que se dedicará a la guardia de Ántico y conocerá cada rincón de la terra bruja. A los diecisiete entrará en servicio con la Aes, las legiones de estabilización, y viajará a terras conquistadas para conocer su desarrollo en un territorio eminentemente hostil. Será su contacto más cercano a la guerra hasta que, al finalizar los dos años establecidos, accederá a las legiones Áureas, donde entrará en combate. Después de otros dos años allí, a los veintitrés, un brujo podrá elegir entre servir en las Aes o en las Áureas.

Durante la cuarta luna de la tercera era, no obstante, una generación de brillantes brujos rompió todos los tiempos establecidos: Resryon Vakko, hijo del emperador Doroyan Vakko y otros once muchachos más bajo su mando: completaron de forma brillante su instrucción en la Praes a los trece años, cumpliendo el correspondiente ciclo de servicio en la Argentum hasta los catorce. Entonces, accedían a las Aes en terras nigromantes y, como nunca antes se había visto, entraban al servicio de las Áureas con apenas dieciséis años. Dos después, ratificaban su voluntad de seguir en las legiones doradas y, cumpliendo de forma brillante durante las campañas de invasión, habían llegado a ostentar el mando de sus propios batallones.

A la generación de oro de la Praes, liderada por Resryon Vakko, la llamaron la Augis. El inicio de la leyenda.

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Los niños brujos de Ántico combinan juegos con la Praes, la legión de formación, donde se convertirán en soldados que nutrirán a la Leggio. Una espada y un juguete. Así discurre su infancia.